Hace tiempo que he querido escribir acerca de dos novelas norteamericanas que me parecen obras maestras. Desgraciadamente, al no estar, que yo sepa, traducidas al español, no ha habido una coyuntura favorable. Pero ahora que se está exhibiendo en México la adaptación al cine de una de ellas, Catch -22, (Trampa - 22) de Joseph Heller, la fui a ver, y de nuevo me pareció necesario hacer alguna demostración de entusiasmo...
Esta novela magistral es al mismo tiempo intensa, incesantemente cómica - de reírse en voz alta - y el horror. Quizás la escena de la película que sintetiza mejor estas dos características esenciales sea, el momento en que llegan las dos enfermeras comiendo, riendo y platicando, descorren una cortina y vemos al "enfermo" (¿es un enfermo? ¿es un hombre? ¿es un muñeco?) que, totalmente vendado excepto por tres o cuatro agujeros que corresponden a los ojos y a la boca y a algún otro punto de entrada o salida del mecanismo humano, está suspendido mediante poleas sobre su cama; las enfermeras cambian los frascos que alimentan los tubos que a través de los agujeros mantienen "vivo" a... eso , y, sin cesar un momento de comer, reír y platicar, cierran de nuevo la cortina y se van. Esta escena, en la novela, se repite y se repite, y obsesiona a Yossarian. Es, al mismo tiempo, el horror llevado a su máxima potencia, y chistosa - en el cine, al correrse la cortina que ocultaba la cama y aparecer el monigote vendado, se oyó una carcajada general.
Esta síntesis de horror y comicidad, y, en particular, este ser frankensteiniano... colocado en el máximo del dolor y el sufrimiento, en la impotencia, totalmente vendado y aislado, inmovilizado, mantenido "vivo" por un mecanismo automático que se reduce a mantener su capacidad para el dolor, sin permitirle ninguna acción... obsesiona a Yossarian y al espectador, porque es él mismo, es Yossarian, arrojado en el mundo/atrapado en sus circunstancias - circunstancias absurdas, trágicas, contra las cuales lucha impotentemente, obstaculizado perpetuamente por el Catch - 22 (o sea la Trampa - 22, el inciso 22 añadido al reglamento que invalida el reglamento, y del cual se vale la autoridad para imponer las órdenes que de otra manera serían ilegales sin violar la ley), en su esfuerzo por utilizar su libre albedrío e intentar transformar pacífica, legal, democráticamente la realidad ... y es al espectador o al lector (sobre todo al norteamericano, para quien, por supuesto, fue escrito) a quien, en el fondo, corresponde.
Yossarían, el personaje central, es un simple norteamericano, ni más ni menos culto, ni más ni menos bueno que la mayoría. Como aviador destacado en Italia durante la segunda guerra mundial, está atrapado por la guerra, la irracionalidad, la injusticia, la tragedia, el absurdo. Se distingue de sus compañeros porque, a diferencia de la mayoría, puede ver lo que está pasando, se da cuenta del absurdo, y, no sólo se da cuenta (después de todo no es el único que se da cuenta) sino que trata de oponerse, sin éxito, al absurdo.
Todo el escuadrón del cual forma parte Yossarían es víctima de la ambición de su coronel, que, para subir más rápidamente el escalafón y acceder al poder y la gloria militar, les exige a sus aviadores un número cada vez mayor de misiones de vuelo, antes de enviarlos de regreso a sus casas. El mínimo exigido va subiendo de cinco en cinco desde los veinticinco iniciales, hasta llegar a ochenta. Cada vez que están a punto de completar el mínimo de misiones, y regresar a casa, el coronel aumenta el número exigido. El miedo personal a la muerte, el ver caer a sus compañeros, uno por uno, la creciente tensión, la presencia de la irracionalidad, finalmente el miedo a la locura, van montando continuamente de tal manera que la lucha contra el coronel, la negativa a cumplir con sus exigencias, el propósito de obligarlo a ceder y permitir que los hombres que ya han cumplido con el doble de las misiones originalmente fijadas vuelvan a casa, se convierte en la obsesión personal de Yossarían.
Esta tensión, este miedo a la muerte, envuelven a Yossarían y a sus compañeros, cuya esperanza de escaparse les es continuamente hurtada mediante la trampa racionalmente irracional, la trampa 22, constitutiva del mundo legalista que habitan. La lucha contra el tiempo, contra la muerte, contra la sin razón, crea una tensión casi insoportable en la novela. Y finalmente tanto Yossarían como el lector - tanto Yossarían como el espectador de la película - se saben aupados por la locura, sienten enloquecer, y al mismo tiempo saben que lo que pasa es que el mundo está loco, y no hay manera de salirse, no hay manera de sanarlo, no hay escapatoria. La escapatoria es ilusoria. El barquito inflable en que emprende Yossarían la huida a Suecia al final de la película es el último sueño alucinatorio en que se hunde Yossarían al hacer efecto la anestesia durante la operación quirúrgica en que termina la novela.
La presencia más constante tanto en la novela como en la película es el absurdo, el absurdo en el lenguaje, el absurdo en los acontecimientos, el absurdo metafísico. Las conversaciones y los acontecimientos reminiscentes de Ionesco surgen continuamente. Como en el caso del Mayor Mayor (oficial cuyo rango militar coincide con su apellido) que no admite visitas o entrevistas sino cuando no está. La escena en que un oficial amigo de Yossarían - típico joven correcto, puritano, intransigente - mata a la muchacha a quien acaba de violar "porque qué dirían de él por haberla violado", escena que desemboca en la llegada de los policías militares que vienen, no a detener al asesino, sino a detener a Yossarían, por ausentarse de la base sin permiso. En esta escena el diálogo entre Yossarían y el amigo muestra el choque del funcionamiento de dos mentalidades totalmente diversas, sin comunicación posible, y el azoro, la incredulidad, el pasmo de Yossarían, que comprende que su amigo es una máquina, que no puede hacerle ver que al matar a una chica inocente ha cometido un crimen. El otro, tranquilamente, se ríe, diciendo "¿Una chiquilla italiana, qué puede importar, cuando están muriendo tantos de los nuestros?"
Un personaje interesante es Milo, al principio un simple oficialito con talento mercantil, que va adquiriendo importancia y poder hasta convertirse en una figura que reúne muchas de las características de la divinidad. Nótense en la última escena en que aparece, ya hacia el final, su impasibilidad, su aire limpio, terso, de eterna juventud, su sonrisa inocente, hasta sus claros ojos azules, su cabello pálidamente rubio, su omnisciencia, su omnipotencia. En esta escena sabe ya, sin que nadie se lo haya dicho, que Yossarían está buscando a la prostituta amante de su amigo muerto, y, además, sabe dónde está la prostituta, y hace que lleven a Yossarían a verla. Este personaje es un señalamiento, quizás demasiado obvio, de hechos de todos conocidos: el consorcio Pentágono-industria-Casa Blanca. La película, mucho más que el libro, subraya este aspecto: quién ordena la guerra, quién saca provecho de la guerra, para qué se hace la guerra. Y el absurdo constitutivo de la vida norteamericana... juventud sacrificada en beneficio de consorcios industriales que benefician a todos los accionistas, incluso a los familiares de los muertos. Mecanismo automático del capitalismo en su etapa de gigantismo. ¿Quién gana? ¿Quién puede detenerlo? La sociedad-Golem avanza hacia su propia destrucción, como pronostica Heller por boca del viejo italiano que le anuncia al jovencito gringo: "Todos los grandes imperios han sido destruidos. Roma fue destruida. Grecia fue destruida.
España fue destruida. ¿Cuánto tiempo crees que durará tu país? ¿Eternamente?"
En realidad Heller habla más al público norteamericano, que, por supuesto, es el que menos puede oírlo, que al mexicano. En nuestro mundo, también constituido por el absurdo, el absurdo toma una forma diferente. No es la Trampa- 22, el inciso olvidado de la ley, la que obstaculiza la lucha contra la injusticia. Es la fuerza bruta. El mexicano sabe que en el momento en que reclama justicia contra el poderoso, apoyándose en la ley, no se le contesta con otra ley, ni con un fragmento de la ley, sino con la ametralladora, con la cárcel, con la persecución, o con el frustrante y efectivísimo ninguneo. La fuerza bruta es en sí misma irracional, absurda. Por eso, aunque la modalidad del absurdo sea distinta de aquel lado de la frontera que de este, sigue habiendo una comunidad fundamental, una coparticipación en el absurdo, que se expresa igualmente en el bombardeo por los americanos de su propia base en Catch - 22, y en los tres mil manifestantes huelguistas acribillados y arrojados al mar, y al día siguiente declarados inexistentes (la mentira oficial se convierte en verdad histórica) en "100 años de soledad" de García Márquez, y que incluso puede transformarse por la memoria en una referencia concreta. ¿A quién no le recordó, durante la película Catch - 22, la incredulidad y el desconcierto de Yossarian ante el bombardeo de la propia base, la vivencia de Tlaltelolco y del 10 de junio? Creo, pues, que una misma realidad absurda (o la toma de conciencia de esa realidad) provoca la aparición en América Latina del llamado realismo mágico, y en Estados Unidos novelas como Catch-22 de Joseph Heller, publicada en 1955, y "Cat's Cradle" de Kurt Vonnegut, Jr.
"Cat's Cradle" (la cuna del gato) es una pequeña obra maestra clasificada frecuentemente como ciencia ficción en las bibliotecas públicas. Vonnegut, escritor que poco a poco, por las escaleras traseras del descubrimiento que hacen de él los lectores, sobre todo los jóvenes, ha escalado la cumbre del reconocimiento oficial, es un satírico, creador de una prosa sintética, condensada, rápida - sus capítulos son de media página o menos - capaz de expresar secamente una delicada sensibilidad. El argumento de "Cat's Cradle" arranca de la idea de la novela dentro de la novela. Armado de una idea, y algunos datos, un joven escritor se propone reconstruir el día en que cayó la primera bomba atómica, en Hiroshima, y, en relación con este tema, exactamente en qué estaba pensando o qué estaba haciendo su inventor. El inventor en cuestión ha muerto y su familia se ha dispersado, pero, armado de direcciones y tarjetas de presentación, el aspirante a escritor se lanza a entrevistar los restos de su familia... para verse envuelto en un remolino de acontecimientos improbables que rematan finalmente en otro Hiroshima, producto del Ice - 9 (Hielo - 9), misteriosa sustancia destructora inventada por el científico justo antes de su muerte, sonriente testamento científico.
El título mismo, "Cat's Cradle", sugiere ya el absurdo fundamental de la trama. Como se aclara al principio de la novela, "la cuna del gato" es el nombre de un juego infantil que consiste en formar, con un cordón atado por ambos extremos, y la colaboración de dos pares de manos, una serie de figuras geométricas que se convierten unas en otras. En la novela de Vonnegut el científico inventor de la bomba atómica se entretiene jugando a "la cuna del gato", y, de pronto, inesperadamente, asusta a su pequeña hija mostrándole la figura y diciéndole: "¿Ves? No hay cuna. No hay gato." Y lanza una carcajada.
No hay cuna, no hay gato. Hay simplemente una armazón, una abstracción, un mecanismo autónomo que puede convertirse en una reacción en cadena que ya no se puede detener, y que, por supuesto, nada tiene que ver con el bien, ni con el mal, ni con la belleza, ni con la verdad. Es la mentalidad del científico deshumanizada, convertida en cerebro mecánico que funciona solo, a tontas y a locas, hasta producir casi ingenua, irresponsable, inocentemente, la catástrofe final.
La broma aterradora del Ice-9, legada a la humanidad por este científico ingenuo y juguetón, es una sustancia que congela todo lo que toca, que congela a su vez todo lo que toca, que... Desgraciadamente, mientras más pasa el tiempo y avanza la ciencia, la broma resulta menos chistosa. Pero sobre eso se ha dicho y escrito tanto que no vale la pena insistir.
Lo que me parece más importante es la manera en que Vonnegut subraya la mecanización y automatización de los procesos mentales, no ya fuera del hombre, en el funcionamiento del mundo, en las computadoras (después de todo la industrialización, la racionalización y mecanización del comercio y la producción nacen de un proceso de abstracción: se escoge un patrón o configuración de elementos que funcione mejor que los demás y se repite) , sino dentro del hombre mismo, mucho antes de su aplicación concreta y sus aterradoras consecuencias.
Aunque al final Vonnegut contiene a su novela dentro de las convenciones de la ciencia ficción, con lo cual produce una especie de anticlímax, quizás el no llegar a las últimas consecuencias, el retener la carcajada en una mueca muda, está de acuerdo con todo su enfoque estilístico. La sequedad, compresión, sarcasmo de su prosa, aleja las emociones y hace pensar. Y finalmente la actitud que provoca Vonnegut es emocional: el terror paralizado ante el absurdo del hombre-robot, el universo broma-gratuita, la carcajada final en que termina el juego de la razón pura.