EL EDIPO INTERIOR
Ya nunca puedo caminar por la calle sin darme cuenta de mi propia muerte, dentro de mí,
la lenta percepción de la insignificancia que debo aceptar y que, finalmente, me negaré.
Hay alguna manera de aceptar la verdad, cara a cara
como nos enfrentamos a una estatua desnuda en el museo
sin el temor que sentimos cuando contemplamos nuestros propios cuerpos desnudos, plenos y tibios como agua de lago en verano? Podemos tocar los senos de piedra, el sexo mudo,
y comprender algo acerca de la vida
que la mirada curiosa clavada en nuestra propia carne
nos niega.
Es que tememos nuestras propias aguas
y los lirios que flotan en la profundidad, nacidos del fondo de grava?
No crecerán en agua sucia.
El orgullo es nuestro lodo. Hay alguna manera de vernos desde todos los ángulos y darnos cuenta de la insignificancia,
reconocer escultura mejor hecha------------
una mano tallada con tal fuerza que podría retener agua aunque el agua no pueda ser retenida?
¿Hay alguna manera de saber que nuestra piedra es adecuada
pero carece de importancia
y permitir a pesar de todo que nos examinen
y avalúen
sin resbalar de vuelta a las tibias aguas del lago?
£1 orgullo no deja que los lirios crezcan. El orgullo talla ciegos nuestros ojos.
Y si cedemos al deseo de que nuestra estatua sea admirada, en un museo,
encarnación de las tibias, lisas aguas de la vida convertidas en piedra,
arruinaremos nuestras mentes tan completamente como si las atacaran
y destruyeran cinceles?
El orgullo talla nuestros ojos ciegos.
Nunca tendré valor para arrancarme los ojos
para que no me engañe mi suficiencia
cuando trato de juzgar.
Y sin embargo,
puedo darme cuenta de que yo
como estatua,
estoy hecha de piedra,
mis ojos tallados con la oscuridad de ningún sol, y los lirios llameantes crecen sobre mi cuerpo rígido en ardiente protesta.
Todos los días camino por la calle y veo que no puedo ver.